November 22, 2024

Cristo como la luz nos introduce en la vida y Su brillar en nosotros nos salva a diario, nos rescata y nos libera

Esta mañana recibí mucho aliento. He visto que cada mañana hemos de venir al Señor y pasar tiempo con Él para que… ¡Él pueda brillar en nosotros! ¡Este “brillar” nos salva, nos rescata y nos libera! Cristo es la “Gran Luz” (Isaías 9:1-5), la luz verdadera (Juan 1:9), la luz de vida (Juan 8:12) y la luz del mundo (Juan 9:5). El brillo de esta luz de vida es nuestra salvación diaria. Cristo nos salva cada día al brillar en nosotros. Podemos tener problemas y desacuerdos con otras personas o es posible que nos molestemos por alguna cosa, pero cuando venimos al Señor por la mañana, Cristo como la luz brilla en nosotros. Todos necesitamos un avivamiento matutino cada día. Todos necesitamos abrirnos al Señor a diario. Incluso si sólo nos abrimos al Señor un poco; aún si sólo es “una pequeña grieta” a través de la cual accedemos al Señor, Él, como la luz en Su Palabra, al ejercitar nuestro espíritu, brillará en nosotros. Cristo brillará en nosotros hasta por esa pequeña abertura. Cuando Él brilla en nosotros, podemos vernos tal como somos y nos conduce al arrepentimiento, hasta con lágrimas.

Además de tener un tiempo con el Señor cada mañana para participar de Su brillar y disfrutarle, necesitamos caminar cada día en Cristo como la luz. En 1 Juan 1:7 vemos que

Si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado.

Andar en luz cada día es como lavarnos las manos. Aún si nos duchamos en la mañana y estamos limpios, necesitamos lavarnos las manos varias veces al día. Muchas veces durante el día necesitamos venir al Señor para ser lavados en Su preciosa sangre mediante la confesión de nuestros pecados –bajo Su brillar. Simplemente hemos de contactar al Señor durante el día abriendo nuestro ser a Él. Él brillara sobre nosotros una y otra vez y aceptar todo aquello que lo que la luz muestre. Nuestra salvación diaria consiste en este continuo brillar para poder ser lavados. La luz del Señor brilla en nosotros y esto nos vivifica. El resultado de la luz es la vida. Mientras más brilla la luz en nosotros, más vida tenemos.

Y entonces cuando encontramos a los otros santos en las reuniones de hogar, en las reuniones de oración, de grupo, de jóvenes; en las reuniones de ministerio o de la mesa del Señor y hablamos el Cristo que hemos disfrutado, la luz brilla nuevamente. El hablar de Cristo produce luz y esta luz nos salva más y más. ¡Aleluya! ¡Somos personas de luz y andamos en la luz en la vida de iglesia! Todo esto porque Cristo es la gran luz.

Otro efecto producido por la luz que recibimos en nuestra comunión con el Señor es que estamos siendo liberados y libertados. Cristo ha sido llamado y designado por Dios para ser luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para liberar a los presos, y a los que moran en tinieblas (Isaías 42: 6-7). Como la luz verdadera que resplandece sobre el mundo, Cristo libera a Su pueblo de las tinieblas de la muerte, la realidad de la muerte y la autoridad de Satanás, hacia la luz de Dios que es la realidad de Su vida, mediante Su brillar (1 Pedro 2:9; Hechos 26:18). Cristo es la luz de vida para nuestra regeneración (1 Pedro 1:23), nos salva de manera continua y nos libera al brillar en nosotros cuando nosotros nos volvemos a Él. [read this portion in English via Christ as light brings in life, and His shining in us daily saves us, rescues us, and delivers us]

¡Señor, que estemos abiertos a Tu brillar cada día! ¡Queremos recibir la luz, no oponernos a la luz o luchar contra la luz! ¡Queremos ser uno con Tu brillar e inclusive desear que brilles en nosotros otra vez!